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Teresa de Jesús y su Legado, Ana de San Agustín
Villanueva de la Jara, se levanta entre ríos; del lado del Poniente, el Júcar, frontera natural entre la Mancha Castellana, y los confines castellanos que se extienden hacia el Levante, donde discurre el otro caudal, el del Valdemembra, afluente del anterior, fructífero y frondoso, alma de la prosperidad de esta Villa, a la que los Reyes Católicos concedieron Privilegio, Fuero y Escudo Real para exhibirlo en lo más alto de la Torre del Homenaje, hoy campanario y chapitel de la Basílica, que mira hacia la ancha Castilla. Las calles y plazas de La Jara escriben episodios de la Historia. Y alrededor el paisaje: llanura, ribera, montes serpenteados por caminos que a cada curva descubren una nueva luz, fotografía o “lavajo”, humedal poblado con aves de todos los colores, procedencias y destinos. Y en el horizonte, siempre, la figura de su imponente Basílica, referencia de viajeros que cruzan estas tierras, y entendidos de la expresión arquitectónica del Arte.
El Ayuntamiento. La llamada a Teresa
El Ayuntamiento, situado en la Plaza Mayor, data del primer cuarto del siglo XVI con trazado atribuido al arquitecto italiano Andrea Roddi, al más puro estilo del Renacimiento más clasicista y romano. Actualmente el Ayuntamiento de la Villa ha querido ser un eco del valor que sus antecesores descubrieron en Teresa de Jesús y ha nombrado a la Santa como Alcaldesa Honorífica del municipio, por acuerdo del pleno el día 6 de marzo de 2014. En el entorno de la Plaza Mayor se encuentra la Oficina Municipal de Información Turística.
Convento de Santa Ana. La presencia de Teresa
Es el lugar más emblemático de la ruta propuesta; fundado personalmente por la santa el 21 de febrero de 1580 no ha conocido prácticamente la interrupción de la vida monástica. En este lugar la santa tuvo un pequeño accidente “doméstico” al romperse un brazo sacando agua de un pozo. En él podemos venerar las reliquias de la Venerable Ana de San Agustín, compañera de fatigas de Santa Teresa y a quien la fundadora entregara el gobierno de la nueva comunidad. En torno a la Ermita de Santa Ana se congregaron un grupo de mujeres beatas con fines religiosos. A petición de las mismas el Cura propio de la Villa junto con el Concejo presentaron petición a Santa Teresa para que diera su Regla de Vida a las mujeres. Tras muchas dudas, Teresa, decide venir a conocer la Villa, mujeres y medios para levantar casa. El convento es un ejemplo de la arquitectura carmelitana levantada según las nuevas directrices marcadas por la santa reformadora; de nueva planta, se levantó en torno a la ermita que cobijaba a las beatas. Hoy es uno de los mejor conservados de toda la geografía. Su iglesia de una sola nave está cubierta por un espléndido artesonado mudéjar que remata en la cabecera con un planteamiento poligonal que convierte el testero cuadrado en una forma de ocho lados. Destaca el retablo mayor dedicado a Santa Ana, franqueada por Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Otros dos retablos ornan la nave. A los pies se levanta el sepulcro de la Venerable Ana de San Agustín; sus reliquias son objeto devocional en la comarca.
Basílica de Nuestra Señora de la Asunción. La acogida a Teresa.
Por el capítulo 28 del Libro de las Fundaciones de Santa Teresa, sabemos que la visita a La Jara causó a la santa mucha impresión, y alegría. Se vio bien acogida, había tenido malas experiencias Santa Teresa en otros lugares; le pareció un pueblo grande; le contentó encontrar frailes franciscos, y un dominico, juntos, en la Procesión camino de la Basílica, lugar donde adoraron al Santísimo y con canto acompañado de órgano recitaron el TE DEUM de Acción de Gracias. La Basílica jareña tuvo que impresionar a la santa tanto como impresiona a quienes la visitan hoy, en pleno siglo XXI. Su vertiginosa verticalidad; su majestuosa fábrica; sus capillas laterales marcando diferentes estilos artísticos: Góticas, Renacentistas… hoy añadiríamos la Barroca y los repuntes Neoclásicos de la entrada sur, además del Retablo Mayor obra de Francisco Montllor del siglo XVII-XVIII, y las pinturas de Felipe Navarro, s. XVIII.
Convento del Carmen. El legado de Teresa
Santa Teresa no conoció este lugar, pero sin duda supo de la devoción que las gentes de La Jara tenían a una pequeña imagen medieval a la que se encomendaron como Patrona en 1508… la Virgen de las Nieves; hasta hoy. Nuestra tercera huella la originó la santa, casi seguramente en privadas conversaciones con los frailes del Desierto del Socorro, a los que días antes había visitado, de camino a nuestra Villa. Se acercó a ellos para reconfortar su espíritu andariego, hacer un parón en el camino, informarse sobre la comarca y Concejo que tanto le preocupaban, especialmente para que sus monjas no tuvieran escasez, al menos, de las necesidades mínimas, las inexcusables para vivir. Unos años más tarde de visitar Teresa nuestra Villa vinieron los frailes a fundar convento motivados por la presencia carmelitana en el lugar; se ocuparon de la pequeña ermita que cobijaba la talla gótica de la Patrona; trasladaron a una alta planicie la devoción mariana, resguardándola en un puro ejemplo arquitectónico de la corriente contra-reformista de la época, un templo de trazas mendicantes, al estilo imperante en la época y que trasladaba al exterior del monumento los ideales de austeridad y espiritualidad trinitaria de la época. La Huella de Teresa es uno de los monumentos más espectaculares de la Villa. Un ejemplo vivo y claro de las iglesias que se llamaron carmelitanas por su traza, y que hoy es un sello que impregna del espíritu del desierto a quienes lo contemplan. Y dentro del templo la imagen de la Patrona: la talla de madera que con forma sedente cobija y expone al Redentor del mundo; el Trono de la Sabiduría; el símbolo de la Iglesia receptora del Mensaje dirigido al mundo, al mismo que la Virgen sujeta con la mano derecha, como mediadora de todas las gracias celestes.
Las otras Huellas
En el capítulo 28 del Libro de las Fundaciones, Santa Teresa narra su viaje desde las tierras manchegas de Malagón hasta Villanueva de la Jara , deteniéndose en el Desierto del Socorro. El Desierto es el lugar al que los primitivos ermitaños se alejaban para llevar a cabo su experiencia espiritual de entrega a Dios en las asperezas y dificultades de un medio inhóspito por un lado, y en el que espíritu se encuentra frente a frente con el propio cuerpo y sus debilidades y tentaciones. Con el tiempo y la evolución de la espiritualidad el desierto geográfico y físico ha servido de metáfora del desierto espiritual que debe atravesar toda alma para encontrarse con Dios. En una planicie cercana, tres leguas más o menos de La Jara, unos frailes que profesaron la Regla Carmelitana vivían de modo eremítico, juntándose tan sólo para compartir los oficios religiosos en la iglesia socavada bajo tierra. A estos frailes se les unió una mujer, Catalina de Cardona, de procedencia noble, que quiso vivir esas asperezas y de la que la literatura de la época deja un buen testimonio de su vida. Santa Teresa se interesó por el personaje, pero nunca pudo conocerla. En su parada en el Desierto del Socorro oyó de la vida de la Cardona, conoció a los frailes, se lamentó de no poder visitar el cercano Convento de Trinitarios de la cercana villa de Fuensanta. Hoy el paraje no es ni siquiera “ruinas”, pues hay que adivinar dónde estuvieron las ermitas ubicadas, tarea no muy difícil; sí que podemos, guardando las medidas de seguridad necesarias (hay que adentrarse en la cueva, y vigilar la cercanía del trasvase Tajo-Segura, que bordea el entorno y supone un gran peligro). Queda un arco, puerta de entrada a la soterrada iglesia, y junto a él un altar de piedra, levantado por los vecinos de Villanueva de la Jara en 1982, para conmemorar el IV Centenario de la muerte de Santa Teresa. Cercano a este lugar se puede disfrutar del Barrio del Carmen, o del también cercano Convento de Fuensanta. Para los más deportistas se propone recorrer la ruta GR-64, junto al Río Júcar, hasta el Puente de San Benito, ya en el término municipal de Villanueva de la Jara ; ascender hasta la ermita del mismo nombre, y contemplar el paisaje que dibuja el cauce del Júcar, la Ribera. La Ribera de San Benito es un barrio de Villanueva de la Jara junto al Júcar. Le fue concedida como expansión del término por los Reyes Católicos para control de la puente, por la que se accedía desde La Mancha a Levante. Desde ese punto, hasta la población de La Jara, el camino se denomina la Vereda de Santa Ana, pues une el puente de San Benito con la ermita de Santa Ana, lugar donde se levanta la XIII Fundación de Santa Teresa. La ermita de San Benito fue un eremitorio retirado para monjes, generalmente de la Regla de San Juan, que vivían en las cuevas que la rodean. Se dedicó la ermita a la devoción de la Virgen del Oreto (Loreto), festividad que se celebra tradicionalmente con los vecinos de los pueblos de Casasimarro y El Picazo. Para este segundo día de Ruta Teresiana en Villanueva de la Jara, si las fuerzas lo permiten, pasearemos por la Plaza Mayor de la Villa, podremos contemplar la Casa del Concejo, edificio que Teresa debió conocer recién acabado, pues data de 1525; en frente La Posada Massó, lugar de paso y descanso para viajeros y comerciantes; atravesando el soportal de la Posada accedemos a la Calle Nueva en la que dicen que la santa abulense encontró casa de reposo, la que hoy conocemos como Espacio Santa Teresa.
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